CARLOS R. PAZ
LA GACETA

La administración del doctor Miguel M. Campero (1924-1928) dejó importantes obras, en especial edilicias. En 1926, por ejemplo, con motivo de los festejos conmemorativos del 9 de julio, se inauguró la escuela Bernardo de Irigoyen, en la esquina de calles Córdoba y José Colombres. Al lado de este soberbio edificio -que hasta hoy cumple las mismas funciones-, había un extenso terreno que llegaba hasta la calle Marco Avellaneda. El mismo fue adquirido para construir salones de gimnasia y un natatorio al aire libre, cuyo proyecto se había aprobado en diciembre de 1925.

La pileta y el gimnasio

La nueva obra prácticamente no tuvo demoras. La inauguración de la pileta denominada “9 de Julio” se llevó a cabo el sábado 12 de febrero de 1927 durante la noche y estuvo presente el gobernador y toda su comitiva.

Cuando atravesaron la entrada principal -sobre calle Córdoba- elogiaron la belleza de la fachada, de estilo neoclásico, y su severa elegancia.

El entusiasmo era generalizado. Desde varios días atrás, LA GACETA venía anunciando el acto de apertura, y fue enorme la cantidad de público que se hizo presente. En realidad, la gente elogiaba no sólo la envergadura edilicia, la amplitud y la comodidad, sino que también que estos “baños públicos” (como se los denominaba entonces) representaban una verdadera conquista para toda la población.

Nadie olvidaba que era una de las promesas que el doctor Campero había hecho, ante insistentes pedidos, ya que los otros dos gimnasios que existían en la ciudad resultaban insuficientes. Con este emprendimiento, “ya no habría que recorrer largas distancias para disfrutar de un baño higiénico y cómodo”, remarcaba nuestra crónica.

Algunos detalles

El inconveniente más importante que había que solucionar era la provisión del agua para la piscina, que tenía cien metros de circunferencia y 2,5 metros de profundidad en la parte más honda. A pocos metros se perforó un pozo de 56 metros, y se instaló una bomba hidráulica para extraer el líquido, porque no se había encontrado una napa surgente cercana a la superficie. En la parte superior del edificio se puso un enorme tanque, con capacidad para contener 36 mil litros de agua.

Toda la construcción ofrecía un conjunto agradable, armonioso. Luego de trasponer la puerta principal había un hall, y a sus costados estaban ubicados los amplios salones de gimnasia, con pisos acondicionados especialmente. A continuación se encontraban los jardines y la pileta, que estaba rodeada por una pérgola en el mismo estilo que los rosedales de Rosario y de Buenos Aires, en Palermo.

Baños de lluvia

En el lado sudoeste de la obra, después del natatorio, había un cuerpo de edificio separado totalmente del frente principal; allí estaban los baños de lluvia para que las personas se higienicen antes de entrar en la piscina. En total, eran diez vestuarios, con todas las comodidades. Al otro lado de la pileta había una habitación más pequeña, que albergaba la instalación de la bomba y el pozo semisurgente. Un amplio patio y una tapia separaban el predio de la Escuela Irigoyen.

La inauguración

La crónica de LA GACETA del día posterior al acto de apertura detallaba que la organización no había resultado del todo eficiente; especialmente porque la gran cantidad de público avanzó casi hasta el borde mismo del natatorio, causando algunos inconvenientes.

Se había pautado que luego de los actos de rigor, se disputaría un torneo de natación, con diversas pruebas: carrera de velocidad estilo libre, saltos ornamentales, zambullidas, carrera de velocidad estilo pecho, la caza del chancho y una pesca milagrosa, entre otras disciplinas.

Por el mismo desorden general, se suscitaron algunas protestas por los resultados, que no lograron empañar la jornada. Las competencias continuaron al día siguiente, sin inconvenientes.

Un nuevo club

El 12 de octubre de 1935 estas instalaciones pasaron a integrar el patrimonio de un nuevo club, que llevó el nombre de “Federico Jahn”, en honor a un famoso gimnasta alemán. Su lema era: “Al servicio del deporte y la cultura de esta tierra”. En su mayoría, los fundadores eran empleados de la Cervecería Norte.

En 1939, como forma de desvincularse de la Segunda Guerra Mundial (por el origen germánico del nombre), el club pasó a llamarse Tucumán de Gimnasia, denominación con la que funciona hasta la actualidad, abarcando diversas disciplinas deportivas, entre las que se destacan la natación y el vóley.

Así, a casi un siglo de haberse inaugurado el natatorio “9 de Julio”, el espíritu con el que fue creado se mantiene intacto. Una historia de coherencias.